martes, 25 de diciembre de 2018

Mi mismo (1)

Un jueves 12 de Marzo de 1970 nací en Altamira, un corregimiento del municipio de Betulia, departamento de Antioquia. Tuve la fortuna de conocer muy bien a mis abuelos paternos y a mi abuela materna, quien aún vive.

Han pasado 48 años de mi vida y aún no e visitado la vereda donde nací, se preguntarán las razones, pero siempre ha sido el miedo, en esencia estos parajes fueron tomados por la guerrilla desde los años 1980 hasta hace poco menos de un año, cuando se firmó el pacto de paz, son sitios que han estado llenos de guerrilla y violencia, se han ensañado con ellos, tanto los unos como los otros en esta guerra y nunca me he animado a conocer de cerca ese sitio, así que sigue en la lista de parajes que deberé visitar para darme cuenta de donde nací de mis cero a los 4 años.

Lo más cerca que he estado de allí, es una finca, recuerdo ser muy jóven, estaba en mi bachillerato cuando un primo de mi amado padre nos invitó a conocer su finca, entramos en carro una hora más o menos por la vereda guapantal y caminamos unas 8 horas hasta llegar al sitio donde vivía con su familia. El primo de papá era un hombre de edad parecida a la del mío, tenía tres hijos, la menor era una niña que tenía mi edad: una mona hermosa, con unos ojos azules profundos, menuda, delgada, de cabello ensortijado y una alegría en el alma sin igual, era un ser alegre y precioso.

Yo apenas iniciaba mis aventuras hormonales de gusto hacia el otro sexo y esta chica realmente me atrajo mucho, pasé una semana muy feliz en una casa grande, llena de ganado y pantano, comiendo exquisitamente, durmiendo genial y mirando esa hermosa chica que aún hoy a mis 48 años recuerdo tiernamente.  No recuerdo su nombre, sólo el hermoso y alegre rostro, así como sus bellos ojos.

Cada que Julián, el papá de mi ideal amor bajaba al negocio de mi papá, yo me alegraba de ver a mi hermosa e idealizada chica, fueron pocas, muy pocas, pero como todo ideal de la mente más que suficientes para recordarlas aún. Pasaron unos tres años y yo sentía necesidad de llevar este idealismo un poco más cerca del realismo, así que pregunté a mi papá acerca de su primo, la finca y sus hijos, recuerdo con dolor la frase lapidaria que me dijo:

- Mijo, el primo está muy mal, le han quitado el ganado, se fué para Medellín a vivir, triste y sólo, a la niña le dió por irse con la guerrilla, se volvió de ellos y no se sabe nada de ella, debe andar por los montes con esas porquerías.

Hoy creo que mi papá no se dió cuenta del dolor y la preocupación que me sembró a los 13 años (curiosamente es la edad de mi hija Manuela ahora), me dolió en el alma saber que esa preciosura se había marchado a la guerra, a luchar por nada y ya me la imaginaba en manos de ellos, pasando de hombre a hombre, entregada a las armas, ell sexo, durmiendo en condiciones infrahumanas, perseguida por el ejercito, sufriendo innecesariamente, luchando por unos ideales completamente absurdos y henme aquí que decidí borrar de mi mente el dolor ue sentí.

Cuando tenía unoss 20 años y ya estaba en la Universidad estudiante física, averigué por mi amor ideal, la hija del primo de papá, creo que fue mi madre quien me dijo que la habían visto por Turbo, había perdido una mano en un combate, así que como el manco de Lepanto, Cervantes, mi hermosa amiga de rubios cabellos era ya toda una experta en dolores humanos de la guerra. No sé si esto era verdad o nó, nunca pude saber más de ella y hasta ahora esa historia no ha concluido, al menos en mi mente no se ha cerrado la brecha entre la visita a la finca y la desgracia humana que acompaña esta decisiones tan etrañas de los humanos.

El primo Julian en Medellín, no pudo con la pena, como mucho de nosotros buscó refugio en el alcohol, la idea era vivir en el mundo de la oscuridad, sin recordar tanto dolor, anestesiado de la cruel realidad de las pérdidas que tuvo, sé lo que es perder y entiendo al primo, desafortunadamente fue asesinado en uno de los barrios donde vivía y donde bebía, un dolor profundo me embriagó cuando mi abuela me contó de su muerte.

Son recuerdos hermosos y tristes que marcan la mente y para un contador de historias son complejos los caminos inexpugnables de la realidad, así que concluyo este pedacito de mi historia con la cercania que tuve con la vereda donde nací y donde nunca he estado por culpa de la guerra y sus atrocidades.



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EL gran maestro que me enseñó y ya está de viaje por el centro de la Galaxia. http://www.udea.edu.co/wps/portal/udea/web/inicio/udea-noti...